Siempre que alguien me pregunta cómo empecé a bailar la primera imagen que viene a mi mente es un recuerdo en el que me encuentro sentado sólo en la mesa de un bar, mientras mis compañeros de la universidad en primer semestre bailaban al tiempo uno de mis éxitos favoritos del Joe Arroyo. Ahí sentado con una mezcla de impotencia y frustración intentaba disimular mis emociones leyendo la etiqueta de la cerveza y mirando de reojo.
Segundos antes, varias de mis compañeras que sabían cuánto me gustaba la salsa, me habían pedido que bailara con ellas pues decían” tú eres tremendo salsero debes bailar delicioso”. Y yo en medio de la vergüenza al no poder corresponderles me inventé una de las excusas más tontas para el momento ”lo siento pero estoy teniendo una conversación con esta costeña Y aunque tú no lo creas ella es muy celosa y no me deja salir a bailar.” Luego intenté con una más seria “lo mío es escucharla, no tanto bailarla, así la disfruto más”.
Aclaro, no tengo nada en contra de los que sólo la escuchan, pero la realidad es que me moría de ganas por bailar con ellas, por verlas sonreír y sentir que tenía algo bueno que ofrecer.
Apenas había cumplido 18 años y ni siquiera me consideraba un buen tomador como para intentar tomar valor de algún par de tragos y aventarme a la pista. Tampoco había sido un talento como futbolista, de hecho me consideraba malo en casi todos los deportes. Había experimentado con la actuación durante varios años pero cada vez que el teatro musical me exigía bailar había renunciado a la obra. Y para no alargar más esto les voy a reconocer que cuando me armaron, la caja de la motricidad no había llegado.
La siguiente semana el vacío de no saber moverme y ni siquiera disfrutar tomar me envió directo a casa ni siquiera acepte la invitación al bar.
Opté por decirle a amigas que me enseñarán algunos pasos básicos, lo cual no funcionó. Luego le dije a una prima que aunque no les gustaba la salsa, hacía su mejor intento. Finalmente cuando es las vacaciones de mitad de año parecían extinguirse tomé una tarde la decisión de llamar a una pequeña escuela de baile en mi barrio y matrículaarme a mi primera clase.
Para resumir este primer mes, prácticamente todo lo que hice fue aprender a caminar de nuevo, a relajarme un poco mientras la canción avanzada y a darme cuenta que aunque algunos instrumentos sonaran más rápido la velocidad de la canción seguía siendo la misma.
Llegó el festival salsa al parque y así vi por primera vez en acción a los maestros de los cuales estaba convencido tenía que aprender pues la elegancia de su estilo y la gracia de sus pasos superaba con creces a los bailarines jóvenes que hacían gala de su velocidad y fuerza en la tarima que acompañaba a las orquestas. Los artistas que se han robado mi atención eran Oswaldo Palacio y Edgar Estrada, dos de los bailarines de la vieja Guardia más importantes en la historia del baile en la ciudad y formadores de muchas de las estrellas jóvenes de hoy en día.
Una coincidencia al pasar cerca de la puerta de los artistas, llevó a que Oswaldo me diera su tarjeta y poco tiempo, después se convirtiera en mi maestro.
Cuántos pasos aprendí y cuánto tiempo me tomó es un dato que ya no recuerdo y hasta cual dejó de importarme cuando me di cuenta que yo, el inseguro de su motricidad y quien había renunciado 4 veces a bailar en una obra de teatro ahora empezaba a salir de las sombras del bar. La pena fue gradualmente desapareciendo y el chiste flojo de La Costeña no tuvo que ser utilizado nunca más.
Pero ahí no termina la historia, saber unos cuantos pasos y levantarme a bailar era importante, pero aún no significaba el cambio de mi vida. A medida que aprendía a bailar mejor, la música me gustaba más, la disfrutaba más. Eso me llevó a explorar más música y a estudiar más la historia de la salsa, luego mis estudios en administración y mi pasión por el baile me hizo un buen candidato para empezar a trabajar en la organización de competencias locales, donde tuve la oportunidad de conocer a grandes bailarines nacionales e internacionales , luego como dj en bares de salsa, consultor administrativo y finalmente en un emprendedor del baile.
Esto es ser emprendedor comenzó cuando en 2013 llegué a la universidad de Alabama estudiar inglés con un vestuario llevando los colores de la universidad y un pequeño montaje como solista que luego compartiría con la comunidad de baile de Salon ballroom de esa universidad. A decir verdad éramos muchos los colombianos que llegamos a ese lugar aprender inglés pero de todos ellos sólo uno llevaba como bandera una expresión cultural tan propia de Colombia como lo era el baile. A los americanos les encantó mi propuesta y unos meses después cuando me aprendí a comunicar en inglés fui capaz de dar mis primeras clases de baile en este idioma. De ahí nacieron también contactos que me llevaron a bailar en otras ciudades y a quienes agradezco me abrieron los ojos para ver qué Colombia tenía un enorme potencial para exportar un
de su cultura Cómo era el turismo de la salsa. Meses después nació el Bogotá Salsa Tour. 8 meses después nació un Social con Altura y luego de un año y medio nació Pass 2 Dance.
Y aunque en un principio algunos amigos me cuestionaron pues aprender a bailar no era cosa de machos, hoy en día no puedo imaginar mi vida si no hubiese tomado la decisión de llamar aquella escuela del barrio aprender a caminar de nuevo y dejar que mi vida fuera transformada por el baile.
Gracias al baile no sólo conseguir seguridad, no sólo me levanté de la mesa donde hablaba con esa cerveza. Gracias al baile he conocido personas maravillosas (incluyendo a mi novia), he viajado, he conversado con personas de diferentes partes del mundo que ni siquiera hablan el mismo idioma pero que encuentran en el baile un lenguaje común, aprendí a quererme mucho más, me di cuenta que sólo falta un poco de paciencia para conseguir lo que se quiere y que junto a hablar un segundo idioma y saber manejar, no hay nada que te dé más Libertad en el mundo que saber bailar.
Por eso Quiero invitarte a que tomes una decisión hoy en tu vida, te levantes de Esa mesa, tomes tu computador o tu teléfono y empieces a bailar ahora. En Pass To Dance hemos trabajado por darte Libertad para elegir qué, cuándo y dónde bailar. Hemos decidido acabar con las excusas y hacerte más fácil la vida, porque a partir de ahora y por siempre bailar va contigo.
Pronto la seguridad que mi maestro me daba empezó a animarme Para subirme a Una tarima y conseguir lo inimaginable para mí, ponerme unos zapatos especiales un vestido y salir a mostrarle al mundo que yo podía bailar.
No les voy a negar que subirme Una tarima en verdad puso a prueba todos los nervios qué creía no tener, nunca ningún Show en mi vida me había desafiado tanto como esa primera salida a escena en una sudadera que parecía de fútbol y que no se acercaba en nada a lo que todos los demás iban a mostrar esa tarde.
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